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martes, 14 de julio de 2009

¿Seme o uke?

Fandom: RPS_Tokio Hotel



Claim: Bill Kaulitz/Tom Kaulitz.



Resumen: Si existe una cosa con la que no hay que meterse bajo ninguna circunstancia, cuando se trata de Bill, esa sin duda es su ego.



Advertencia: Incesto, lemon.



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-¡Eso es crueldad contra las personas!



Tom no pudo resistirlo por más tiempo; liberó la carcajado que había estado pugnando en su pecho y tuvo que doblarse sobre sí mismo. Bill, que no le veía ninguna gracia, le empujó bruscamente de modo que el de rastas resbaló del borde la cama hacia el suelo, donde la risa seguía saliendo a raudales de su boca. Luego un largo tiempo en que Bill se frustraba porque sus miradas no eran realmente asesinas, Tom logró calmarse lo suficiente para erguirse.



-No deberías tomártelo tan a pecho. No es más que un fanficción, o como se le diga.



-Un fanfic sobre mi vida -repuso Bill y agarró la computadora pórtatil, viendo todavía las palabras escritas tras la pantalla-. Un fic sobre nuestras vidas. ¿No debería ser esto ilegal? Estoy casi seguro de que hay una ley contra eso.



-Oh, porque tú siempre has sido temeroso de la ley -comentó Tom sonriente, recuperando su lugar en la cama y arrebatándole la computadora. Leyó con mucha atención la frase que había arrancado el exabrupto anterior en su mano y la risa volvió a él. La mirada de Bill se convirtió en lanzas asesinas enviadas a su cabeza-. Tienes que admitir que esto tiene su parte graciosa. Además, piensa que son sólo un montón de chicas divirtiéndose con sus ídolos. No podemos culparlas por eso.



-¿Chicas? Ahí había sujetos llamados "umberto" y "ricardo muy macho".



-Bueno, de chicas marimacho. ¿Cuál es el problema?



Bill esbozó una mueca de asco.



-No me dirás que te gusta que haya personas pensando esas cosas de nosotros. ¡Y encima con el descaro de publicarlo!



Tom se encogió de hombros sin borrar su sonrisa. Sí, le había sorprendido enterarse de lo que sus fans hacían con sus nombres, y había visto cosas que sin dudar hubiera preferido olvidar, pero ¿no se trataba de eso ser famoso? Y por sobre todo, podía agradecer que ese tipo de "fic" sólo podían encontrarse cuando uno se empeñaba en ello. Si Bill prefería hacer oídos sordos a las advertencias de "si no te gusta, no leas" sólo era culpa suya.



-A tí no te molesta porque siempre te pintan como el de arriba -adujo Bill de mal talante, con una intencionada expresión de orgullo herido-. Yo siempre soy quien muerde la sabana. No es justo.



-Ya, porque tú eres el ejemplo de la masculinidad, ¿cierto? -La verdad era que Tom se sentía muy ufano por semejante descubrimiento, aunque nuevamente era culpa de Bill. ¿Quién podía decir que él tomaba la iniciativa si lo que más le divertía era bailar como chica sexy y maquillarse? Las cosas no tenían que ser así de simples en la realidad, por supuesto, pero no dejaba de ser divertido que una gran mayoría lo pensara así. Era casi como ver que todas esas historias lo retrataban como el chico mujeriego que se había esforzado por recrear, debido más que nada para divertir a las masas. Dejó la computadora sobre la cómoda de la habitación y se señaló a sí mismo mientras le dedicaba una expresión de arrogancia a su hermano-. Yo soy el seme aquí, acéptalo.



Habían descubierto esa palabra navegando por un blog diseñado con dibujos de animés, y a Tom le había gustado.



-Claro -la palabra de Bill apenas fue un susurro, mientras se veía obligado a sonreír ante la manera en que Tom asentía satisfecho de sí mismo. Luego, como a modo de venganza, volvió a empujarlo con la misma fuerza de antes, esta vez de los hombros, no dejándole otra opción que recostarse en la cama.



Tom todavía mantenía la sonrisa cuando Bill se subió sobre él, para luego colocar sus mano en la cintura de éste, como tantas veces. Bill le robó un beso casi juguetón y meneó su trasero sobre la pelvis de su hermano, viendo los resultados en el brillo de su mirada lujuriosa.



-¿Qué haces? -preguntó Tom simplemente al ver cómo Bill se despojaba de su camiseta negra, aunque claramente lo sabía y no encontraba razones para oponerse.



-Te estoy enseñando lo que un seme debería hacer -repuso el gótico tirando de la camiseta extragrande para sacarla del otro. Una vez ésta se reunió con la suya en la tierra de las prendas olvidadas, empezó a describir un camino de besos por el cuello de su hermano.



-Entonces yo debería hacerlo, ¿no? -inquirió Tom con voz ronca, acariciando de arriba abajo la espalda pálida de Bill.



-El seme toma el control de la situación -susurró Bill ascendiendo por su mandíbula hasta el pendiente de su labio. Jugó travieso con él usando la lengua, provocando suaves estremecimientos en los que se deleitó-. Yo siempre soy el primero en hacer esto.



-Sí -a Tom le costaba disimular los gemidos que le provocaban las acciones de Bill. Cuando habló, su hermano rodeó los suyos con los propios en un amplio abrazo y luego volvió a su cuello-, pero el seme siempre es el que da y ese suelo ser yo.



-Sí -Bill bajaba por su pecho, dejando caricias tanto con sus manos que con su boca-, pero el seme también es el que hace cosas así. El consentido es el uke.



Llegó hasta la linea del pantalón, sujeto por un cinturón para que no se cayeran, y mordisqueó suavemente la cintura, mientras sus manos empezaban el proceso de desnudarlo.



-Yo no soy uke -gruñó Tom a duras penas, sintiendo su excitación crecer para cuando se percató de lo que Bill estaba pretendiendo. Como si no supiera qué hacer con sus manos, se aferró a las sábanas casi sin aliento-. Sólo te dejo jugar por bondad.



-Es cruel que digas eso, Tommy -Bill se estaba divirtiendo mientras se deshacía de los pantalones jeans de su hermano. La incipiente erección quedó en evidencia debajo de la delgada tela de la ropa interior, orgullosa y firme, de modo que Billno se resistió a rodearla en sus manos. Estaba cálida y viva; la apretó. Los pies de Tom se agitaron bajo su cuerpo y la respiración contenido se escapó en forma de un largo suspiro-. Al uke le gusta que jueguen con su cosita.

-No es ninguna cosita -afirmó Tom, tratando de imprimir verdadera irritación en su voz-. Y eso no es cierto, a los semes también se lo hacen.

-¿Cómo lo sabes? -preguntó Bill al tiempo que le sacaba la última prenda, revelando la punta sonrosada, el tronco grueso, el bosque de vellos castaños. Levantó la vista para ver la reacción de su hermano; éste seguía todos sus movimientos con los ojos encendidos.

Tom trataba de recuperar su expresión ufana, sin mucho éxito.

-Lo vi en esos mangas yaoi que había. Es al uke al que le encanta hacer lo que tú, para así mantener al seme contento.

-¿Tú crees? -Bill dio una suave caricia en la erección de Tom, apenas una tentativa, sólo para fastidiarlo. Todo con una sonrisa de ingenua inocencia desmentida por su mirada maliciosa-. ¿Y esto te pone contento? -Esta vez agarró todo el miembro y dirigió la anilla formada por sus dedos en un vaivén lento y candencioso.

Extasiado, Tom echó la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos.

-Oh, sí...

-¿Y esto?

Sin más dilación se metió la punta ardiente de su hermano en la boca, sólo la punta, y la recorrió lentamente con la lengua, procurando que el pendiente en ella entrara en contacto con la otra piel. En respuesta Tom asintió de manera vehemente, lamiéndose el pendiente en su labio como cada vez que recordaba esos momentos.

Mientras su boca continuaba trabajando, Bill comenzó a trajinar con su otra mano para liberar sus pantalones de la opresión del cinturón. Una vez hecho eso, con la hebilla de calavera colgando, sacó de su cárcel a su miembro desatendido y empezó a masturbarse sin despegar la vista de Tom. Pasados unos segundos, se detuvo, provocando que un ronco "eh" se oyera en la habitación, y se arrodilló frente a su hermano, las manos a cada lado de éste. Le dio una sonrisa de burla mientras subía las piernas de Tom y las rodeaba en torno a su cintura, sin jamás obtener resistencia, y se colocó en su pose preferida. La usual, aunque algunas pensaran lo contrario. Tom esperaba ciego, impaciente.

-Esto, mi querido Tommy, no lo hace un uke -advirtió con tono condescendiente, y apenas vio el brillo de los ojos de Tom entre los párpados, introdujo la cabeza de su miembro de una estocada. Se retiró casi de inmediato, divertido-. Ups, me olvidé -dijo y escupió un poco en su mano para lubricar al otro, que se estremeció a su toque pudibundo, y volvió a acometer contra él.

Luego de meses, luego de semanas haciendo eso, era todo lo que se necesitaba. Qué tres dedos ni qué diablos. Bill no sabía lo que era sentirse en el cielo (algo parecido debía ser a bailar en el escenario, seguro), pero después de todo lo que había visto y leído por ese día, estar dentro de Tom y moverse contra él también podía acercarse a esa definición. No se amaban más por hacerlo ni ninguno vería estrellitas al final, pero ¿qué importaba? Los gemidos eran reales, el olor de sus sudores mezclados y la incomparable fricción de sus cuerpos unidos. ¿Quién quiere fantasía cuando se tiene eso?

Tom lo recibía en su interior con una intensidad deliciosa, acepetando sin más que fuera su hermano quien lo sostuviera para marcar el ritmo. Tantos nervios por el primer beso, tanta torpeza la primera vez que se acostaron, tanto orgullo herido cuando le dijo que podría haber sido más cuidadoso para variar... y ahora sólo se le entregaba, jadeante, deseoso, rogándole con su cuerpo por más.

De acuerdo, tal vez sí lo amaba un poco durante el acto. Pero para Bill, que no había tenido relaciones así con nadie en toda su vida, eran sólo efectos colaterales del orgasmo. Alguien que te da tanto placer tienes que amarlo.

En la mente de Tom no cabían las reflexiones, ni tales sentimientos. ¿A quién le hacen falta, cuando su pecho está quemando, le pica y a la vez le excita la intrusión en su cuerpo, cuando todo lo que puede importar es mantenerse ahí? No era perfecto (Tom dudaba que existiera algo perfecto), pero sí todo lo bueno que podría querer. Calor humano, pasión juvenil y potente, como un grifo que sólo espera ser abierto para liberar toda su potencia. De eso se sentía pletórico.

Y cuando acabó, sólo quedaron ellos dos, sudorosos, sucios, y apenas respirando. Quizá igual que antes, quizá un poco más felices porque aún estaban en la misma habitación de hotel y ninguno tenía que marcharse por esa noche. Pero indudablemente juntos. A Bill eso le gustaba. Se abrazó al pecho de su hermano, luego de haber dejado caer la toalla traída para limpiarse un poco.

No había flores ni luces en el cielo. Sólo Tom en sus brazos.

-¿Quién es tu seme, Tommy?

Tom, que deseaba hacerse el dormido irritado frunciendo el ceño.

-Cállate.

Fin

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